Al
despertar, abro los ojos, y lo primero que veo son las sábanas
blancas rodeando mi cuerpo, mi cuerpo que se asoma por debajo de una
camisa larga acostada en esa cama. Oigo mi respiración, silenciosa y
muy lenta, me estiro, me doy la vuelta hacia la ventana, subo las
persianas, y observo el cielo azul que se asoma. Abro la ventana. Una
brisa pasa por mi cuerpo destapado. Por mi cara. Cierro los ojos, los
abro. Oigo cantar a los pájaros, los observo volando. Me siento tan
bien, sintiendo esa brisa y esos colores intensos en mis ojos, mi
cara. Me encanta eso, ese momento por la mañana...Y en ese mismo
instante, simplemente pienso que estoy feliz, que si fuera por mí me
quedaría horas ahí, tirada en la cama y disfrutando del cielo
inmensamente azul, y ese viento que se cuela por mi piel. Pero
después hay algo mucho más fuerte que se cuela por mis
pensamientos, mi mente. Y es algo tan precioso, algo que me hace
realmente feliz. Alguien que me hizo adicta. Adicta a ella, a sus
besos, sus abrazos. Y me la imagino a mi lado, allí, acostada a mi
lado en esa cama, disfrutando conmigo de la brisa que me produce esos
escalofríos.
Alumna de quinto año turno mañana.