lunes, 23 de junio de 2014

Reelaboración de la Leyenda del Chogüí. II

Reelaboración de la Leyenda del Chogüí.

Cuentan que Chogüí era un indiecito que vivía en una tribu con sus padres en la selva misionera. Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de esa zona y sus ojos inteligentes, negros y rasgados, como los indios de su raza. Pero Chogüí no era un indio como todos. En lugar de jugar con los otros niños se internaba en la selva para hablar con los pájaros a los cuales él consideraba sus mejores amigos.
Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos.
Los pájaros eran de color violeta con blanco, resplandecían y brillaban con el sol.
El Chogüí siempre quizo ser pájaro. Un día Chogüí estaba muy triste, de repente, vino un hada mágica y sorprendió al indiecito. Al verla le contó al hada que quería ser pájaro como todos sus amigos. Ella le dijo que no podía convertirlo en pájaro porque necesitaba una posión que estaba en una cueva muy peligrosa. El, que era muy valiente, se atrevió a ir. En el camino se encontró con un puente que llegaba a la cueva. Chogüí se cayó intentando cruzar el puente y se desmayó.
Los pajaritos, sus amigos, presintieron que algo malo le había sucedido a Chogüí. Fueron a buscar al hada y marcharon todos juntos a la cueva. Estaba muy grave, por suerte, un pajarito vió la posión y se la entregó al hada. Ésta se la dió a Chogüí para beber.
Al cabo de un tiempo, su sueño se hizo realidad, se convirtió en pájaro y se fue muy contento con sus amigos hacia el bosque cantando dulces melodías llamadas trinos.

María Luz Luján, Primer año “A”, turno mañana.

Reelaboración de la Leyenda de la flor de Ceibo. III

Reelaboración de la Leyenda de la flor de Ceibo.

Cuenta la leyenda que esta flor es el alma de la indiecita Anahí, la más fea de una tribu indomable que habitaba en las orillas del Río Paraná.
Anahí tenía una dulce voz, quizás la más bella oida jamás en aquellos parajes. Además, era rebelde como los de su raza y amante de la libertad como los pájaros del bosque.
En la tribu juntaron a las mujeres por un lado y a Anahí por el otro, sola. Llegó el jefe de la tribu por qué estaba esa chica sola y le contestaron porque es fea, pero tiene linda voz. Entonces dijo matías, el jefe de la tribu, vamos a hacer un concurso de canto y baile y la que gne se casa conmigo.
Pasaron tres días del concurso y Anahí estaba muy nerviosa. Primero cantaron las otras y ella al último. Al jefe no le había gustado como habían cantado las demás mujeres. Llegó el turno de Anahí. Empezó a cantar, todos callaron y al escucharla comenzaron a llorar de la emoción y ella también.
Una bruja que había hecho una brujería hace mucho tiempo decretó que si un día lloraban todos juntos se convertiría en un árbol. Mientras cantaba, Anahí se iba convirtiendo en un hermoso árbol y pasó a ser un árbol con flores rojas, bonito y felíz.

Franco Saturno, Primer año “A”, turno mañana.

Reelaboración de la Leyenda de la flor de Ceibo. II

Reelaboración de la Leyenda de la flor de Ceibo.

Cuenta la leyenda que la indiecita Anahí era la más fea de una tribu indomable que habitaba en las orillas del Río Paraná.
Anahí tenía una dulce voz, quizás la más bella oida jamás en aquellos parajes. Además era rebelde como los de su raza y amante de la libertad como los pájaros del bosque.
Un día la tomaron prisionera. Ella decidida clavó un puñal a su guardián y corrió y corrió.
Se estaba haciendo de noche y no había nada para comer. Con una rama dura golpeó un pájaro e hizo fuego como le habían enseñado en la tribu. Se comió el pájaro. Al otro día estaba más hambrienta que nunca. Vió un árbol a lo lejos y fue hasta él para ver si habían caído frutos. Encontró y agarró la manzana más grande y más brillante.
Estaba cerca de los que la tomaron prisionera. Se fue, y cuando iba a refugiarse encontró uvas, las comió y se acostó a dormir.
Una siesta, cuando se levantó y comió la manzana, después de treinta minutos apareció sentada en un árbol. Nadie sabe cómo, pero se estaba convirtiendo en un árbol con flores rojas.

Facundo Gomez, Primer año “B”, turno mañana.

Reelaboración de la Leyenda de la flor del Ceibo.

Reelaboración de la Leyenda de la flor del Ceibo.

Cuenta la leyenda que esta flor es el alma de la indiecita Anahí. La más fea de una tribu indomable que habitaba en las orillas del Río Paraná.
Anahí tenía una dulce voz, quizás la más bella oída jamás en aquellos parajes. Además era rebelde como los de su raza y amante de la libertad como los pájaros del bosque.
Un día la tomaron prisionera. La tuvieron días y días encerrada en un calabozo frío y oscuro.
Al día siguiente, uno de los guardianes entró al calabozo y le dió un líquido raro para tomar. Anahí lo bebió.
A la mañana siguiente, al despertar se sentía rara. Pidió permiso para salir un rato al bosque acompañada por un guardía. Lentamente se fue convirtiendo en una flor bella y libre, de color rojo carmín.

Rocío Núñez, Primer año “B”, turno mañana.

Reelaboración de la Leyenda del Chogüí.

Reelaboración de la Leyenda del Chogüí.

Cuentan que Chogüí era un indiecito que vivía en una tribu con sus padres en la selva misionera.
Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de esa zona y sus ojos inteligentes eran negros y rasgados como los indios de su raza. Pero Chogüí no era un indio como todos. En lugar de jugar con otros niños se internaba en la selva para hablar con los pájaros a los cuales él consideraba sus mejores amigos.
Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos. Casi siempre, al atardecer, se veía en un claro del bosque al niño con su flauta, rodeado de pájaros que revoloteaban alrededor de él.
Un día llegaron unos cazadores y empiezan a encerrar a los pájaros y a dispararles y Chogüí se fue corriendo, y a los pájaros los encerraron a todos en las jaulas.
Chogüí comenzó a perseguir a los cazadores porque se llevaban a sus amigos los pájaros hasta que los encontró. Les quitó la jaula y Chogüí la abrió y soltó a los pájaros. Los cazadores le dispararon a Chogüí y lo hirieron. Vinieron los pájaros y curaron a Chogüí y de sus heridas le salieron plumas. Se convirtió en un pájaro amarillo y estaba felíz de volar con sus amigos.

Franco Torres, Primer año “B”, turno mañana.