Había
una vez un castillo grande y lujoso. Allí vivía un rey muy egoísta
y codicioso. Un día el rey pensó en ir a visitar a una bruja para
que le hiciera un hechizo.
Al
llegar allí, el hombre le pidió que todo lo que tocara se
convertiría en oro. La bruja le advirtió que sería peligroso, pero
el rey tentado de poder, no escuchó a la mujer. Entonces la bruja le
cumplió el deseo.
El rey
con alegría de probar su nuevo poder, se llevó una enorme sorpresa
cuando tocó su carruaje y se convirtió en oro. Al llegar a su
castillo le pidió a su criado que prepare la cena para festejar su
nuevo poder. Pero al tocar al criado lo convirtió en oro puro.
El rey
asustado, sin querer, rozó su mano contra sus labios y se transformó
en oro.
Desde
entonces, sigue transformado y atrapado en ese hechizo, por
codicioso.
Florencia
Vallejo. Primer año B, turno mañana.