Había una vez, en
lo más profundo del bosque, una enorme colmena en un árbol
gigantesco. La colmena estaba llena de abejas y de distintas
clases, grandes, pequeñas, gordas, flacas, etc. también estaban los
zánganos, que eran los únicos machos. Las obreras
siempre hacían toda la tarea, se encargaban de todo. Un día ellas
se cansaron y pensaron que debían reclamar, entonces fueron a hablar
con la reina y le pidieron que los zánganos también se
tenían que encargar de hacer las cosas. Pero la reina les contestó
que no podía hacer algo.
Pasaron varios
días y las obreras seguían con la misma rutina de siempre, hasta
que vino un intruso a la colmena. Era un zángano de otro
lugar que se puso del lado de las obreras, como para ayudarlas, pero
en realidad no era así el se quería apoderar de toda la colmena.
Las hembras, confiadas que él las ayudaría le dieron lo mejor y lo
aceptaron en su grupo.
Los zánganos
notaron algo extraño y se pelearon con el intruso, pero el no
quería pelear y seguía trabajando trayendo miel y flores.
Ellos igual seguían sin creerle y le dieron una lección. Lo
echaron de la colmena y se dieron cuenta que no era bueno dejar que
las obreras hagan todo ellas solas. Desde entonces el zángano
intruso se fue de la colmena, y los demás machos empezaron a ayudar
a las obreras.
Victoria Valdez. Primer año “A”,
turno mañana.
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